domingo, 2 de marzo de 2008

Baelo siglo I a.C.

Los arqueólogos confirman que Baelo Claudia se fundó en el I a.C.
Los últimos hallazgos han dado con la factoría alrededor de la que se fundó la ciudad y desechan su origen fenicio

15.02.08 - FRANCISCO APAOLAZA . www.Lavozdigital.es



La importancia de Baelo Claudia se basó, primordialmente, en la industrialización y mercado de pescado y una salsa especial, el garum, que era exportada desde este enclave a todo el imperio romano.
Las industrias del pescado empezaron a proliferar en el s. I a. C en las costas del sur peninsular y norte de África, continuando y potenciando una tradición iniciada en época fenicia y púnica. En estas empresas se basaba la economía y el comercio exterior e interprovincial y sus productos adquirieron amplia fama, llegando a ser imprescindibles en toda la cocina del imperio romano. Los elementos característicos comunes a todas las fábricas eran las piletas o tanques de salazón, unas cubetas en las que se maceraba el pescado con sal, en un proceso que duraba de veinte días a tres meses. Las mismas piletas eran utilizadas para la salazón de las carnes de los peces y para la fabricación de las distintas salsas de pescado, de las cuales la más famosa y que alcanzaba altísimos precios en la época era el garum, que se utilizaba a modo de condimento o potenciador del sabor de casi todos los platos.
http://www.mazarron.es/historia/museo_arquelogico.asp

El garum, tenía un valor económico muy alto –según Plinio, comparable al valor del perfume– y se consideraba como una delicatessen en todo el imperio romano.

La importancia económica de Baelo fue muy destacada, y sus habitantes alcanzaron una autonomía muy alta, Baelo, a pesar de su pequeña superficie urbana, tenía un territorio de influencia muy grande y una febril actividad económica. Baelo contaba con un coqueto teatro donde las clases dirigentes de la región disfrutaban de lo mejor de la cultura romana. No olvidemos que Baelo puede considerarse una colonia a imagen y semejanza de la Roma ideal, de la ciudad descrita por Vitruvio en su tratado, cumpliendo todos y cada uno de las descripciones que el arquitecto estipula para la construcción de cada una de las partes que componen una urbe.


Augusto tubo a gala en su autobiografía recordar las fundaciones que realizo en vida a lo largo y ancho de su imperio. "Fundé ciudades militares coloniales en Africa, Sicilia, Macedonia, en ambas Hispanias, en Acaya, en Siria, en la Galia Narbonense y en Pisidia. En Italia hay veintiocho colonias fundadas bajo mis auspicios y que, ya en vida mía, se han convertido en ciudades pobladísimas y muy notorias".

Pensar que Augusto estuvo presente en todas y cada una de las fundaciones que recuerda en su autobiografía es una banalidad, Augusto centralizó en Roma las decisiones importantes que afectaron a su imperio, su gobierno, y un grupo de hombres de su confianza y un eficaz sistema de correos ejecutaron sus instrucciones en cada lugar que fuera necesario. Las obras de Augusto, obras de construcción, de rehabilitación y urbanismo, y que tiene a gala recordar en su testamento autobiográfico, fueron ejecutadas siguiendo los proyectos que sus técnicos desarrollaron en la metrópoli. Proyectos, “visados” por los propios servicios del emperador.


"La rigurosidad urbanística de Baelo Claudia es tal que se puede afirmar la realización de su trazado siguiendo fielmente las consideraciones religioso-jurídico-simbólicas anteriormente expuestas. En efecto, la desviación de los principales ejes de la ciudad a centenares de metros del probable punto de referencia inicial es de solo algunos centímetros. Los cardini, calles situadas en los ejes norte-sur, se sitúan con respecto a los decumani, calles orientadas de este a oeste, de forma perfectamente perpendicular. La disposición general del recinto urbano parece tomada directamente de los consejos de Vitruvio de como tenía que diseñarse una ciudad: puertas en los extremos de las calles principales, el foro en el centro de la vida ciudadana, la disposición elevada del capitolio, el teatro anexo a una de las puertas, la estructura interna de los edificios de la propia área forense, etc. En definitiva, todo parece indicar que en un momento determinado de su historia, probablemente en época de Augusto, se plantea la construcción de una ciudad romana ideal, trazada ex novo, de una sola vez.” (pag . 56-57-58)
BAELO CLAUDIA. GUÍA OFICIAL DEL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO
Antonio Álvarez Rojas, José Castañeira Sánchez, Ana María Troya Panduro, Francisco Alarcón Castellano

Las últimas noticias de prensa que aventuran que la fundación de Baelo fue en tiempos de Augusto, permiten imaginar las razones por las que la ciudad fue promovida por el emperador. Baelo fue el instrumento urbanizador que ordeno una geografía de enormes recursos económicos y que contaba con una larga historia anterior en la industria pesquera, Baelo permite a la región dar un salto de calidad e importancia dentro de la economía del imperio. Y el garum su producto de más valor. Una industria ordenada que generaría enormes plusvalias para los dirigentes de Baelo y para Roma. La riqueza alcanzada es aún hoy visible en las calles de Baelo, (e imaginada cuando los japoneses pagan millonadas por los atunes de la almadraba).

La existencia de restos anteriores al siglo I a.C. es señal de la importancia de este territorio antes de la construcción “ex novo” de la ciudad, Pero Baelo como fundación “ex novo” debe de realizarse en tierra virgen. Bajo Baelo no han aparecido cimentaciones anteriores, ya que la ciudad es un proyecto nuevo y completo, a imagen del cosmos romano. Baelo por su dimensión original de alrededor de 9 hectáreas de superficie no es muy inferior a otras fundaciones romanas, como por ejemplo Barcino, de poco más de diez hectáreas, y fundada por Augusto en el siglo I a.C.

Esperemos que el futuro nos ofrezca nuevas conclusiones sobre la ciudad de Baelo Claudia.

© Carlos Sánchez-Montaña

Enlaces:
Conjunto Arqueologico de Baelo Claudia_Portal de Museos y Conjuntos
Arqueológicos y Monumentales de Andalucía.


Vitruvius
Writing the Body of Architecture
Indra Kagis McEwen


Vitruvii
De Architectura


"Vitruvii De Architectura
Carlos Sánchez-Montaña



"The Augustan Program of Cultural Renewal"
Paul Zanker


"The constructions of Marcus Agrippa in the West"
Geoffrey Mottershead


Vitruvio versus Agripa
Carlos Sánchez-Montaña

viernes, 18 de enero de 2008

El Mèdol, los restos de una cantera romana




Se extrajeron alrededor de 50.000 metros cúbicos de roca.
La joya de la cantera es la aguja del Mèdol.

Apenas a 9 kilómetros de Tarragona se encuentra la cantera romana mejor conservada de toda la provincia tarraconense. El Mèdol, o médulas, se encuentra en el punto kilométrico 237 de la autopista AP-7 -dirección sur- y se accede fácilmente gracias a un estrecho pero hermoso camino a través de la estación de servicio de la vía rápida. Se calcula que de la cantera del Mèdol se extrajeron alrededor de 50.000 metros cúbicos de roca

Los restos de la cantera romana pertenecen a la compañía Abertis, aunque están gestionados por el Museo de Historia de Tarragona. El bello paraje, ahora inundado de vegetación, fue en su momento una de las canteras más utilizadas en época romana para abastecer Tarragona.

La aguja del Mèdol

En el momento de máxima actividad constructora de la Tarraco Imperial, se calcula que de la cantera del Mèdol se extrajeron alrededor de 50.000 metros cúbicos de roca. La excavación, tal y como hoy la conocemos, tiene unos 100 metros de largo y 50 de ancho.

En el centro de la cantera se alza una aguja de piedra no excavada, conocida como la aguja del Mèdol. Es una macizo apuntado de roca con una altura aproximada de 16 metros, que se encuentra situado en el centro de la explotación. Su finalidad era la de indicar el punto de partida desde el que se inició la extracción de piedra.



Se siguió utilizando en la Edad Media

Desde el interior de la cantera son visibles las marcas y líneas de extracción en los cortes de roca. Además, en la parte superior se conservan, aún hoy, restos de sillares desechados y piedras a medio trabajar.

La piedra utilizada en la excavación es una lumaquela micénica de color amarillento dorado, muy fácil de trabajar. Posiblemente, la pedrera también fue utilizada posteriormente en época medieval. El traslado de los sillares a Tarragona se realizó a través de la Vía Hercúlea, conocida después como Vía Augusta, que discurría a escasa distancia de la pedrera.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Secretos en la colina del Palatino

Dos de los secretos que aún guardaba la colina del Palatino en Roma han sido desvelados: Las nuevas habitaciones privadas de la casa del emperador Augusto y la Lupercale, la cueva donde la loba amamantó a Rómulo y Remo. Este legendario lugar ha sido encontrado bajo los muros del palacio del emperador.
Los frescos de las cuatro nuevas salas de la Casa de Augusto son de altísima calidad, con el máximo de las posibilidades de la época y constituyen un importante ejemplo de pintura romana de finales del siglo I a.C., según los responsables de la restauración.
La cueva, denominada el Lupercale, por el nombre de la loba Luperca, se encuentra en la histórica colina del Palatino y según la leyenda era reverenciada por los antiguos habitantes de la ciudad como el lugar en que una loba había amamantado a los legendarios fundadores de la urbe, Rómulo y Remo. Los dos hermanos crecieron y acabaron fundando Roma, en el 753 antes de Cristo.


Vídeo: Secretos en la colina del Palatino
Autor: Carlos Sánchez-Montaña


La zona recuperada de la casa corresponde al ala este de la gran villa romana, parte que se construyó antes de que Octavio fuera proclamado 'Augusto' y príncipe por el Senado de Roma, el año 27 a.C., convirtiéndose así en el primer emperador.



martes, 4 de diciembre de 2007

De como Pitagorín podía multiplicar y dividir con Numeros Romanos

Quizá alguno recordéis que hace meses os comenté que había leído en la prestigiosa revista Investigación y Ciencia, versión hispana de Scientific Americain (julio de 1986, sección “ciencia y sociedad”, página 53 y 54) que alguien había elaborado un método para multiplicar números en cifras romanas. También os dije que, tal como lo explicaba el texto, yo no conseguí descifras el algoritmo, bastante farragoso y casi era más rápido hacer las cuentas a mano.

Sin embargo, hace unos días han llegado a mis manos una grabación de unos documentales sobre matemáticas emitidos hace un par de años en la TV (TVE para mas señas, en el programa “la aventura del saber”). En uno de los capítulos habla de la historia de los números y de como los egipcios podían multiplicar cifras. Si bien ellos usaban un sistema decimal, está claro que este sistema se puede aplicar con cifras romanas y es seguro que, como provincia romana que era, este conocimiento llegó a oídos de los matemáticos de la Ciudad Eterna. ¿Lo usaros realmente? No tenemos noticio de este método mas que por un pairo egipcio, pero yo apostaría mi mano izquierda (claro, yo soy diestro) a que lo aplicó el mismísimo Vitrubio.



Paso a explicaros el método:

Los egipcios tenían un ingenioso sistema para multiplicar y dividir números enteros. Se basaba en la duplicación, es decir, les bastaba con saber sumar y calcular el doble de una cantidad. Veamos cómo multiplicaban 17 por 12:

XVII * XII = ? (usando nuestra notación matemática moderna, que no conocían los romanos, pero es muy clara)

Escribían dos columnas de números; una de ellas comenzaba con el primer número a multiplicar y la otra por uno.

XVII____________I

En ambas, duplicaban la cantidad anterior tantas veces como fuese necesario hasta que los números de la segunda columna nos permitían sumar el segundo factor (12):

XVII____________I
XXXIV__________II
LXVIII__________IV
CXXXVI_________VIII

Donde el segundo factor a multiplicar es XII = VIII + IV, y ambos términos están en la 3ª y 4ª fila.

Señalaban los números que sumaban XII y marcaban los resultados correspondientes de la primera columna:

LXVIII__________IV
CXXXVI_________VIII +
-------------------------------
CCIV___________XII

Es decir, que XVII * XII = CCIV (17 x 12 = 204)



Este método también nos permitiría dividir de forma cómoda. Probemos a dividir 567 entre 27 (DLXVII / XXVII):

Escribimos, otra vez, dos columnas; la primera empezando por el divisor, que es la cifra más pequeña, y la otra columna por uno

XXVII__________I

Y vamos duplicando los números de las dos columnas

XXVII__________I
LIV____________II
CVIII___________IV
CCXVI__________VIII
CDXXXII________XVI
(DCCCLXIV______XXXII)

y nos detenemos, ya que el siguiente número de la segunda columna (XXXII) superaría al divisor XXVII

El dividendo DLXVII se puede escribir como la suma de algunos de los números de la primera columna: en este caso la 1ª, la 3ª y la 5º:

DLXVII = CDXXXII + CVIII + XXVII (567 = 432 + 108 + 27)

Luego el resultado de la división es la suma de los números de esas mismas filas, pero extraídos de la segunda columna: XVI + IV + I = XXI (16 + 4 + 1 = 21)

Efectivamente se cumple que DLXVII / XXVII = XXI (567 / 27 = 21)

Quod erat demostrandum!

Por tanto, ya veis que sabiendo multiplicar por 2 y con un simple ábaco en las manos un romano hecho y derecho podía multiplicar y dividir en muy poco tiempo.

Valete bene in pace deorum.

Q. S. C. Uranicus

Un poco de historiografía sobre el siglo III d.C.

Tomaremos como punto de partida a Mr. E. Gibbon, y su monumental obra History of the decline and fall of the Roman Empire (1776), recientemente traducida al castellano, pues con ella ha influido decisivamente en la historiografía posterior. La herencia que Gibbon había recibido de la historiografía anterior, muy mediatizada por la religión, estaba en ese momento siendo puesta en tela de juicio. Diderot había publicado ya el primer tomo de la Enciclopedia; por su parte d’Alembert había escrito su Discurso preliminar, en donde se consagra a la razón; y Voltaire había publicado su Ensayo sobre la tolerancia, donde considera a los romanos como un pueblo profundamente tolerante –idea que, por ejemplo, choca con el trabajo de Hugo Grocio, quien aplica la teoría del “buen salvaje” al bajo imperio, siendo, por supuesto, los corruptos los romanos-. En este panorama de profunda revisión, Gibbon hace suya la célebre exposición de principios de Tácito, y partiendo de la idea de moda en ese momento: que la pérdida de la virtud republicana es una de las causas de la decadencia del imperio, planteará que el triunfo de los bárbaros supondrá el triunfo de lo irracional sobre lo racional, jugando el cristianismo un papel destacado en esta degeneración. Por supuesto, lo racional no podía ser otra cosa que la edad de oro de los Ulpios-Aelios. En este marco conceptual, el s. III d.C. se presenta para Gibbon como un espacio de tiempo mal documentado, que contrasta inmediatamente con la “edad de oro de los Ulpios-Aelios”. Es el momento de inicio de la decadencia, el inicio del triunfo de lo bárbaro y lo cristiano, el momento en el que la irracionalidad ocupa el poder. Estoy convencido que muchos de los lectores que hayan llegado hasta aquí ha visto la película La caida del imperio romano. La última escena de la película, cuando Livio renuncia al trono, y la voz en off que aparece después, sintetiza perfectamente la visión de Gibbon sobre este periodo.

Esta visión de Gibbon, basada en las fuentes escritas y fuertemente influenciada por el pensamiento de la época, será la compartida por los historiadores del s. XIX como Burckhardt (La época de Constantino el Grande); Mommsem (Römische Rechtsgeschichte); u O. Seeck en su Geschichte des Untergangs der antiken Welt, monumental obra en 6 vols. publicada entre 1897 y 1921. Finalicemos este autor con unas palabras de Arnaldo Momigliano (“Gibbon’s Contribution to historical Method”, Historia, 1954, 458-460): lo nuevo de Gibbon no va a ser sus ideas políticas, morales o religiosas, pues éstas son las mismas de Voltaire, sino que supo comprender el importante papel de los hechos en la Historia y supo ordenarlos y valorarlos. Puede decirse –esto ya es mío-, que la de Gibbon fue la primera historia realizada de forma racional, y en eso radica su importancia y su influencia.

En general, hasta los últimos decenios del siglo XX se mantuvo la visión que de este periodo había establecido Gibbon, principalmente de la mano de Rostovtzeff, y la gran influencia que ha tenido su Historia social y económica del imperio romano. Este historiador va a realizar la primera explicación coherente y sistemática de la crisis, con una metodología concreta –algo que le faltó a Gibbon-, pero condicionada fuertemente por la I Guerra mundial y sobre todo por la revolución rusa. De todas formas, frente a la importancia del fenómeno externo/irracional de Gibbon como causas de la crisis del s. III, Rostovtzeff se va a constituir en el principal exponente de una interpretación basada en criterios internos, si bien siguiendo el mismo paisaje de fondo que Gibbon estableció. Es decir, cambian las causas, pero no el contexto.

Siguiendo esta nueva tendencia, se va a ahondar en aspectos más concretos, pero sin cuestionar el tinte de fondo. Así M. Mazza con su Lotte sociali e restaurazione autoritaria nel III secolo d.C. (Roma, 1974), entre otros, se centra en los aspectos más sociales del tema. De la mano de Rostovzeff se retomará a Weber y su artículo “La decadencia de la cultura antigua. Sus causas sociales” de 1896, abriéndose a otros criterios más puramente económicos que serán seguidos fundamentalmente por la línea marxista de la historiografía como por ejemplo Vittinghoff, o Calderini en I Severi. La crisi dell’Impero nel III secolo (Bolonia, 1946), quien resalta la crisis financiera y la decadencia del comercio. Otros importantes historiadores retomarán las ideas de la “barbarización del imperio”, como F. Altheim, con su célebre obra Die Soldatenkaiser. Todos ellos, vuelvo a repetir, mantienen el mismo concepto de fondo iniciado por Gibbon que llevaría a otro importante historiador como A. Piganiol (Historia de Roma, Buenos Aires, 1924), ha decir que “la civilización romana no ha muerto de muerte natural. Ha sido asesinada”.

Así, en general, los rasgos más importantes del siglo III hasta Diocleciano se pueden resumir en: 1) Ruina económica; 2) depreciación monetaria; 3) depresión comercial; 4) guerras imperiales; 5) intensificación de las rapiñas soldadescas; 6) desastres de la peste; 7) despoblación y bandidaje terrestre y marítimo; 8. abandono de tierras y expansión de la malaria; 9) decadencia industrial-comercial, con tendencia a la autarquía regional y a frecuentes épocas de carestía; 10) lucha entre el ejército y las clases cultas por la dirección del Estado –con victoria del ejército semibárbaro-; y 11) destrucción de las clases privilegiadas imponiendo el dominio del campo sobre la ciudad.

Sin embargo, en las últimas décadas del s. XX se va a producir un significativo cambio conceptual. Para entender lo que va a pasar en la historiografía de este momento hay que retrotraerse en el tiempo y volver al siglo XIX, en concreto a Mommsen quien, además de ejercer como historiador, fue un importantísimo filólogo. Este sabio alemán fue uno de los pioneros de la crítica textual, y rápidamente se apercibió de los problemas internos que atañían a nuestra fuente principal para el conocimiento de esta época, la Historia Augusta, abriendo con su artículo “Die Scriptores Historiae Augustae” -Hermes 25 (1890), 223-300-, un proceso revisionista de esta obra que todavía hoy no se ha cerrado y que desde 1961 puede seguirse perfectamente en los Bonner-Historia-Augusta-Colloquium. Por otro lado, la misma escuela filológica alemana de Mommsen va a percibir la importancia del fenómeno epigráfico y va a iniciar su progresiva catalogación en una faraónica empresa: el Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL).

Dejemos, pues, que la crítica filológica siga su curso y que se recojan de forma metódica los vestigios epigráficos que ha legado el imperio romano, hasta llegar a 1989, cuando G. Alföldy publica Die Krise des römischen Reiches. Geschichte, Geschichtsschreibung und Geschichtsbetrachtung. Se trata de una colección de artículos en donde, por así decirlo, se dá un golpe sobre la mesa y se procede a revisar todo el panorama existente hasta el momento. Estudios como el de A. King y M. Henig, The roman west in the Third Century (Oxford, 1981), habían dejado patente que no podía asumirse una crisis generalizada en todo el imperio, pues se mostraba a Britannia y la Pannonia como ejemplos de bonanza económica en este periodo; en otros como el de R. Lee Cleve, Severus Alexander and the Severan Women (Los Angeles, 1982), en donde se recoge por primera vez los epígrafes como fuentes históricas para este periodo -entre otras cosas gracias al avance de la tecnología, que permitía manejar grandes volúmenes y a la labor que durante cerca de un siglo había realizado el CIL- , se comprobaba que la imagen que se conocía para este periodo a través de la combinación de éstos y de las fuentes literarias, era muy distinta a la establecida hasta entonces.

La concepción que se está obteniendo a través de todas las fuentes cambia, estableciéndose que “no puede asumirse una crisis generalizada en todo el siglo ni tampoco en todos los ámbitos, sino que, por el contrario, la evolución histórica sólo permite detectar ciertas “coyunturas de crisis” y la incidencia de éstas es más ostensible en unas regiones que en otras, e incluso en algunos lugares que en otros, aun perteneciendo al mismo contexto geográfico”, en palabras de Gonzalo Bravo -“Para un nuevo debate sobre la crisis del s. III (en Hispania), al hilo de un estudio reciente”, Gerion, 16 (1998), 493-500-.

Surgía entonces un problema. ¿Por qué a través de los testimonios directos se está obteniendo una imagen distinta del s. III d.C. a la que dan las fuentes? El análisis filológico realizado durante estos años vino a resolver parte de esta duda. De nuevo G. Alföldy, en otro interesantísimo artículo “The Crisis of the Third Century as seen by Contemporaries” –recogido en la obra anteriormente citada en su versión alemana-, daba una nueva pista al concluir, tras un estudio pormenorizado de las fuentes, que el habitante del siglo III d.C. no tenía conciencia de estar viviendo en un momento de crisis. Adelantaba una serie de ideas que recogió y completó magistralmente Karl Strobel en Das imperium romanum im 3. Jahrhundert. Modell einer historischen Krise?. Este autor viene a decir, de forma aquí expuesta para que todo el mundo pueda entenderla, que el pensamiento apocalíptico cristiano de los ss. III-V d.C., concebido a través de la idea de que el Apocalipsis estaba cerca, unido a la extensión del mito de la sucesión de las edades, había condicionado las fuentes escritas. Es decir, las fuentes que conocemos para el momento estaban condicionadas, al igual que Gibbon en su momento, por el sentir de la época, que esperaba un inminente Apocalipsis y que veía en todo el último periodo –s. III d.C.-, la última edad, la de decadencia, previa a la segunda venida del Mesias.

En resumen, lo que la historiografía piensa actualmente es que existió una crisis, pero matizada y condicionada a zonas geográficas concretas de las cuales todavía queda mucho por estudiar.

A. Minicius Iordannes Pompeianus

Los contemporáneos americanos de Roma

Conocéis nuestra afición por los contemporáneos de Roma. Ya os hemos dado lata bastantes veces con los chinos Han, con los partos o con los Gupta de la India.

Pero hasta ahora no habíamos hablado de los contemporáneos americanos, no menos meritorios que los Chinos, los Persas o los Indios...

Se puede hacer una brevísima comparativa entre la ciudad más importante del mediterráneo y la ciudad más grande de América por esa época (que podía competir con la Roma imperial)

Mientras por el Mediterráneo se extendía el poder de Roma a unos 9.800 Km. de distancia, existió otra gran ciudad poderosa Teotihuacan. Ciudad cuyo nombre significa “el lugar donde fueron hechos los dioses”, nombre posterior que le dieron los toltecas y aztecas.

Teotihuacán fue la gran urbe mesoamericana contemporánea de la Roma imperial. Aunque ya hacia el 100 a.C. Teotihuacán había sido un asentamiento rural de cierta importancia, es hacia los primeros años de nuestra era cuando adquiere el carácter de gran urbe. En el período conocido como Tzacualli (1-150 d.C.) la ciudad tenía 17 Km. cuadrados y contaba ya con 35.000 habitantes.

Durante el período Miccaotli (150-250 d.C.) llega a su máxima extensión territorial, 22,5 Km. Cuadrados, lo que la haría una urbe más grande que la propia Roma imperial. Aunque, eso sí, su población de 45.000 habitantes era una quinta parte de la de Roma.

En épocas posteriores Teotihuacán se encogerá un poco de tamaño pero su población llegará a los 70.000 habitantes. Era por tanto una de las ciudades más importantes del mundo en su época.

De todas formas las urbes mesoamericanas podían tener los kilómetros cuadrados que quisieran, pero en proporción siempre tendrían menos población que las europeas. No es debido a la "horizontalidad" :-), sino porque el concepto de ciudad en mesoámerica era diferente al occidental.

Eran centros en primer lugar ceremoniales y luego administrativos. El factor residencial no es para nada el principal y se limita a ser secundario, relacionado con las actividades comerciales y burocráticas.

Sólo Technotitlán y las ciudades del lago de Méjico, mil años después, consiguieron escapar a esta norma y ser grandes urbes en el amplio sentido de la palabra. Pero su evolución se vio cortada de raíz por unos barbudos que se duchaban poco.

Unas imágenes de palacios teotihuacanos bastan para mostrar el ingenio de estos pueblos. Por cierto, que en mesoamérica existen diversos ordenes arquitectónicos. ¡Éstos le permiten a uno, del mismo modo que los estilos jónico, dórico y corintio, (que sirven para adscribir más o menos la fecha de construcción de templos) datar la antigüedad de las pirámides mexicanas por la forma de sus bases inferiores!


Por Cl. Salix Davianus,
Tratando de medir el resto del mundo con la vara de medir de Roma ;-)

Con la colaboración de Gnaeus Salix Galaicus

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Javea Romana

Jávea está situada entre el Cabo San Antonio y el Cabo de la Nao, punto más occidental de la región. El recinto amurallado que delimita su casco antiguo nos adentra en una población pintoresca, de casas pequeñas y blancas, que ha sabido conservar todo su encanto marinero. En sus 25 Km de costa podremos disfrutar de una amplia oferta turística.

Gracias a su situación, su clima y la riqueza del valle donde se encuentra, Javea ha sido colonizada desde tiempos muy antiguos. Los primeros pobladores pertenecían al Paleolítico como así atestiguan los yacimientos encontrados en la Cueva del Montgó, y en el Cabo de la Nao. Los Íberos, romanos y musulmanes también pasaron por estas tierras.

La conquista romana de estas tierras iniciada a finales del siglo III a.n.e., provocó sobre la población ibérica autóctona unos paulatinos y profundos cambios que llamamos la romanización.

Estas transformaciones afectaron a todos los ámbitos de la sociedad ibérica: economía, religión, lengua, cultura material, etc. Así, desde el siglo II a.n.e. y especialmente a partir del I a.n.e. se multiplican por todo el valle de Xàbia pequeños asentamientos que podríamos definir como explotaciones agrícolas: la Vall de Pexet, la Vall de Sala, la Vall dels Puces, els Benimadrocs, la Vilanova, els Forandons, les Tarraules, les Capsades, el Rebaldí, l'Atzúbia, etc. Sobre este panorama general, algunos yacimientos presentan características peculiares: talleres cerámicos especializados en la producción de ánforas (la Rana, la Teulera), lugares de control o vigilancia (Santa Llúcia) , asentamientos comerciales (la Duana, l'Illa del Portitxol) y la villa-factoría de salazones del Arenal, que estaría vinculada con unas antiguas salinas (en uso, parece ser, hasta el siglo XVII) de las cuales se conserva el canal de la Séquia de la Nòria, excavado en la roca, que comunica el mar con el Saladar.

Prueba de la intensa y rica actividad comercial de época romana son las numerosas ánforas y otros restos de procedencia submarina conocidos, con algunos puntos costeros que fueron utilizados como fondeaderos: el Portitxol, la Duana y tal vez la Caleta.

EL PORTITXOL: COLONIA ROMANA

Si al amanecer pone rumbo al sur desde el Arenal, doble el cabo de San Martín y le impactarán los acantilados cortados a pico, las masas forestales de pinar carrasco, la microreserva botánica y la isla del Portitxol (pequeño puerto), fondeadero natural que dió abrigo a fenicios, griegos y a una antigua colonia romana. El islote, cuya silueta recuerda a un batracio, cierra en parte la playa de La Barraca, encajada entre el mar y la barrera montuosa. De cantos rodados y arena, sus aguas tienen fama por la transparencia de sus fondos y la abundancia de congrios, bogavantes, meros, erizos, corvinas, pulpos, dentones y langostas. Si hace el camino a pie desde El Arenal pregunte por la cruz de piedra del Portitxol, situada en la carretera que domina la bahía. Apenas un kilómetro lo separa de la playa de La Barraca, un paseo inolvidable por la despejada panorámica que se obtiene del mar y de las escarpaduras. La isla se encuentra a unos setenta metros de la playa y se puede ganar a nado si el mar acompaña.

Punta de l'Arenal-Muntanyar

Destaca, por su importancia, el yacimiento de la Punta de l'Arenal-Muntanyar. De este asentamiento, con más de seiscientos años de ocupación seguramente continuada, conocemos un numeroso conjunto de materiales arquitectónicos (sobre piedra tosca), cerámicas, monedas, vidrios y otros objetos que evidencian su relevancia. En el yacimiento, muy destruido por las modernas construcciones, todavía se conservan algunas estructuras excavadas en la roca como son dos grandes balsas que debían ser utilizadas como vivero de peces. A pocos metros de la Punta se situaba la gran necrópolis del asentamiento conocida como el Muntanyar, en la que debieron existir, según cálculos aproximados, más de novecientas fosas de enterramiento.

Ese intenso poblamiento declinará a partir del siglo V de n.e., cuando veremos desaparecer muchos de los asentamientos. En el siglo VII, solo constatamos una cierta actividad en la Punta de l'Arenal, aunque siguiendo las Fuentes podríamos situar aquí el monasterio de San Martín, donde sucedió un hecho milagroso entre el abad del monasterio y los soldados de Leovigildo, rey visigodo. Tal vez, el recuerdo de aquel hecho, haya sido conservado en la toponimia en el Cap de Martí, partida en la que en el siglo XVIII se levantó una ermita en honor de San Hermenegildo, hijo de Leovigildo y mártir de la iglesia católica.

Son muchos y diversos los materiales de este amplio periodo conservados en el Museo. Se muestran cerámicas finas de diferentes tipos, con una amplísima cronología (siglos I al VI de n.e.) que fueron producidas en distintos lugares del imperio: Italia, Mediterráneo Oriental, Galia, Túnez, etc. Junto a ellas, se exponen también otros materiales cerámicos muy diversos: cerámicas de cocina, lucernas, materiales de construcción, pesas de telar y red, etc., así como monedas, elementos de adorno y instrumental de bronce y hierro y piezas fragmentadas de vidrio. Destacan los restos arquitectónicos en piedra tosca de la Punta de l'Arenal (capiteles, basas y remates arquitectónicos) y una inscripción funeraria sobre piedra caliza, procedente de la partida de la Riba.

De la necrópolis del Muntanyar se conservan las piezas de ajuar de vidrio, cerámica y bronce recuperadas en algunas de las tumbas y una de las fosas de enterramiento que fue extraída antes de su destrucción.