martes, 9 de junio de 2009

"Ágora", de Alejandro Amenábar: ¿qué Hypatia nos mostrará?


Mientras el resto de los mortales nos conformamos con el tráiler oficial de "Ágora", unos pocos privilegiados pudieron ver la nueva cinta de Amenábar, la quinta de su filmografía. Y, la verdad sea dicha, un cierto desasosiego me invade. Ante los comentarios generalizados que expresan la "buena acogida" de la película, algunas voces disienten de la unánime complacencia ante la película. ¿Estaremos ante un nuevo "Gladiator", o sea, espectáculo en detrimento del rigor histórico? ¿Es verdad que Amenábar ha puesto a Hypatia al frente de una Biblioteca de Alejandría que había desaparecido hacía muchos años? Con un presupuesto de 50 millones de euros, "Ágora" parece ser la apuesta más arriesgada de Amenábar. Ni terror más o menos accesible, ni fantasías oníricas, ni dramas. El director español (ya dicen por ahí, con bastante malicia, que si fracasa "Ágora" pasará a ser chileno) ha puesto su indiscutible talento al servicio de la legendaria Hypatia de Alejandría, cuya singular personalidad dentro de la durísima época en la que tuvo que vivir y, sobre todo, su terrible final, han hecho que su figura se haya analizado desde múltiples perspectivas.

Porque la bellísima (a decir de sus contemporáneos) Hypatia ha sido reivindicada por científicos, feministas, librepensadores, ateos, racionalistas, etc... Se la ha considerado como mártir de la Ciencia, se ha querido ver en su brusco y horrendo final el último suspiro del Mundo Clásico, el funesto final de la época de la búsqueda de la sabiduría y el conocimiento y el paso al largo reinado de la superstición y oscurantismo. Ha sido considerada por los movimientos feministas como ejemplo de mujer liberada, y por el mundo científico como paradigma de científica inquieta y ávida de conocimientos. Todos han intentado apropiarse de Hypatia, como vulgarmente se dice "arrimando el agua a su molino", ideológico en este caso. ¿Qué harás tú con Hypatia, Alejandro? Un servidor, bibliotecas aparte, tiene confianza en el director, y se hará presente en el mejor cine donde estrenen "Ágora" el próximo mes de Septiembre. De todas maneras, si Alejandrito se merece un buen collejón tras el estreno, hagámoslo con conocimiento de causa. Echémosle un vistazo a la historia de nuestra heroína, esperando que el día del estreno nuestras manos solamente sirvan para aplaudir, y no para impactar (aunque sea simbólicamente) en la nuca de nuestro premiado director.

Hypatia nació en Alejandría en un año sobre el que existen serias discrepancias. Unos dicen que en 355 y otros que en 370, no sabemos si este desacuerdo se debe a falta de información histórica o a que nuestra heronína también fue una precursora de nuestras más avezadas folclóricas en el arte de quitarse años. Sea como fuere, Hypatia, como hemos dicho, nació en Alejandría, ciudad egipcia de singulares características. Había sido fundada por Alejandro Magno en el año 332 a. C. dentro de su espectacular "tournée" conquistadora, que le proporcionó un imperio tan amplio como efímero. De todas maneras, el gran Alejandro sólo retornaría a Alejandría como cadáver. A su muerte, sus generales se enzarzaron en disputas para hacerse con las tierras conquistadas por Alejandro. Todos acabaron "palmando", menos Ptolomeo, que logró afianzar su poder sobre Egipto y murió de muerte natural con 82 años, siendo el único diádoco de Alejandro que no murió asesinado. Con él nacía la dinastía Ptolemaica, que perduraría durante casi 300 años, hasta la muerte de su última representante, la archiconocida Cleopatra. Pero ésa es otra historia.

Ptolomeo fue extraordinariamente hábil en lo que se refiere a la política interior de su nuevo imperio. Practicando un minucioso "encaje de bolillos" político, logró conciliar los intereses y tradiciones de las tres "etnias" preponderantes en el país. Por un lado los greco-macedonios, que asumirían los principales puestos en la administración y el ejército. Por otro lado los egipcios "de toda la vida", que vieron cómo sus tradiciones y religión eran respetadas por el nuevo Faraón, aunque se convirtieron en los "machacas" de la nueva clase dirigente, y los judíos, que prosperaron gracias a la "vidilla" que los Ptolomeos les dieron, convirtiéndose así en una gran fuerza social y económica.

Alejandría estaba en territorio egipcio, pero en realidad poco tenía que ver con el resto del país. Era, en realidad, una ciudad fuertemente helenizada, extraordinariamente rica gracias al comercio (Egipto era el granero de Roma, con capacidad para hacer pasar hambre a los orgullosos romanos simplemente "cortando el grifo" de los envíos de grano) y que, gracias a los buenos oficios de los gobernantes, se convirtió también en uno de los principales focos de cultura y sabiduría del Mediterráneo. Ptolomeo había adoptado la iconografía tradicional de los faraones en gran parte del país, pero Alejandría era la "niña de sus ojos", la puerta por donde introduciría la cultura helénica en el país. El experimento le dio resultado, por lo menos más que a sus "coleguillas" de generalato, y greco-macedonios, egipcios y judíos convirtieron a Alejandría en uno de los puntales económicos y culturales del mundo pre-romano.

A la muerte de Cleopatra Egipto pasa a ser una provincia romana bajo mando directo del emperador, dada su importancia estratégica y económica. Los romanos intentaron conservar la majestuosa Biblioteca, incluso abriéndola al público en general, pero para la época que nos ocupa, esto es, finales del siglo IV y principios del siglo V, tanto la Biblioteca original como su "biblioteca hija", el Serapeo, habían sido destruidas. No se sabe demasiado sobre cómo desapareció la Biblioteca original, pero sí se conocen las causas del fin de la "biblioteca hija". En 391 el patriarca de Alejandría, Teófilo, asalta el Serapeo al frente de una violenta turbamulta de fanáticos cristianos, lo arrasan y demuelen piedra por piedra, edificando en su lugar una Iglesia.

Y es que Hypatia nació en tiempos complicados. El cristianismo se había adueñado completamente del Imperio, y lo había hecho a una velocidad vertiginosa. En 313 Constantino había promulgado el Edicto de Milán, en el que se reconocía la libertad religiosa en el Imperio, y en unas pocas décadas los antaño perseguidos se habían convertido en perseguidores. Favorecidos por los emperadores que sucedieron a Constantino (con el breve paréntesis de Juliano el Apóstata) primero se dedicaron a consolidar su religión, depurando a los diversos "sectores críticos", como los arrianos. Después volvieron sus ojos hacia los paganos, sus antiguos perseguidores, y al grito de "¡Es la hora de los mamporros!", pasaron ampliamente del tema de poner la otra mejilla y se dedicaron a devolver los palos recibidos, multiplicándolos por veinte. Arrasaron con saña los templos paganos, y las estatuas de sus orgullosos dioses se vieron arrastradas por los suelos. Persiguieron y mataron a adivinos, sacerdotes paganos, helenistas, quemaron bibliotecas, y consiguieron la ilegalización de los ritos paganos bajo pena de muerte. En resumen, en unos 50 años le dieron la vuelta a la tortilla y comenzaron la tarea de exterminar los últimos vestigios de paganismo en todo el territorio romano.

Así estaban las cosas en la época en la que vivió Hypatia de Alejandría. No sabemos quién fue su madre, pero sí quién fue su padre, Teón de Alejandría, matemático, filósofo y astrónomo de vasta cultura, de gran prestigio en el mundo cultural alejandrino. Teón proporcionó a su hija una educación completa, tanto física como cultural. Hypatia viajó a Roma y Atenas para completar su educación. En Atenas logró la corona de laurel que solamente se otorgaba a los estudiantes más destacados. Ya de vuelta en su terruño, Hypatia superó la fama de su padre. Cual precursora de Leonardo da Vinci, destacó en varios campos del saber, Enseñó filosofía, convirtiéndose en la autoridad más destacada de la Escuela Neoplatónica. También enseñó matemáticas, y escribió tratados sobre Álgebra, Astronomía y Geometría, que desgraciadamente no han llegado hasta nosotros. Destacó también en la mecánica, inventando o perfeccionando diversos aparatos de medición. Entre sus alumnos figuraban cristianos, paganos y judíos. Dicen que se mantuvo virgen, aunque algunas fuentes mencionan que fue esposa de un tal Isidoro, el Filósofo (lo cual nos lleva a pensar que, o nos mienten sobre su virginidad, o su amor era meramente... neoplatónico).

Hemos mencionado anteriormente que la situación en Alejandría era complicada. La ciudad era un polvorín ideológico a punto de estallar, y a esto hay que sumarle el tradicional carácter "broncas" de los alejandrinos, que se echaban a la calle a las primeras de cambio arramblando con todo lo que encontraban. Eran célebres las rebeliones espontáneas, que dejaban las celebraciones del Barça en Canaletas a la altura del betún. Sus linchamientos salvajes eran célebres en la Antigüedad. Hasta 412 el patriarca de Alejandría era Teófilo, que había obtenido del emperador Teodosio la autorización para demoler los templos paganos de la ciudad, no dejando piedra sobre piedra. Si el amigo Teófilo era un fanático, su sucesor tras su muerte, Cirilo, superó ampliamente su intransigencia. El hombre fue rápidamente a por faena, y en un tiempo récord expulsó a los judíos, arrasó sus sinagogas y construyó iglesias sobre sus restos, acabando abruptamente con cientos de años de convivencia más o menos pacífica. Estos hechos le enfrentaron con el gobernador imperial, el prefecto Orestes, amigo y alumno de Hypatia, el cual intentó sin éxito la caída del futuro San Cirilo, granjeándose el "cariño" eterno del rencoroso patriarca.

A partir de este hecho, Cirilo creó un ambiente de animadversión hacia Hypatia, a quien acusaba de influir en el prefecto Orestes para intentar provocar su caída. Durante la celebración de la Cuaresma del año 415. Hypatia fue arrancada de su carruaje por una horda enfurecida dirigida por un tal Pedro el Lector (evidentemente, no de las obras de Hypatia). La desnudaron, la golpearon, la arrastraron por toda la ciudad hasta llegar a una iglesia. Allí intentaron que Hypatia renegara del paganismo y besara la cruz. Se negó. La descuartizaron con conchas marinas, arrancaron sus miembros, pasearon sus restos por la ciudad y acabaron su hazaña quemándolos en un crematorio. No se sabe si los responsables fueron los habitantes de Alejandría (de natural propensión a este tipo de descontroles, como ya se ha mencionado) o los llamados monjes nitrianos, una especie de guardia pretoriana de Cirilo. Los intentos de investigar el crimen fueron abortados por el propio Cirilo, el cual echó tierra sobre el asunto hasta el crimen quedó finalmente impune.

El horrendo final de Hypatia quedó como un hito simbólico, el violento y convulso final de la Edad Clásica. Como decía al principio, cada cual se apropió del mito de Hypatia, simpatizantes y detractores. Mujer de ciencia o bruja, primera feminista o hechicera diabólica, adalid del libre pensamiento o arpía intrigante. Alejandro... ¿qué vas a hacer tú con Hypatia?


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