lunes, 5 de abril de 2004

Algunas reflexiones en torno a la “reconstrucción” y el estudio de la cultura romana

Todos los que formamos parte de NRH compartimos el interés por la cultura romana. Además, este interés en ocasiones se convierte en pasión y a muchos nos gustaría pasearnos por el foro de Roma o vivir entre las ruinas de Pompeya un mundo ya perdido. Pero cerca de dos milenios nos separan de la Roma que todos
tenemos en mente. Desde entonces se han producido muchos cambios en la sociedad y es una realidad que no es posible revivir de forma completa el mundo romano. Es por ello que la reconstrucción en muchas ocasiones deba convertirse en interpretación o adecuación a la moral y la sociedad actual. En este sentido,
toda reconstrucción ha de plantearse desde el marco de convivencia que NR se ha dotado.

Dentro de estos márgenes constitucionales la reconstrucción se puede hacer desde dos ámbitos distintos, pero también complementarios, que convienen definir de forma adecuada: el colectivo y el individual. Como labor colectiva hay de entender aquella que sobrepasa el ámbito personal. En este sentido, surge al
producirse una mutua compatibilidad de intereses que hace que dos o más personas trabajen en un mismo campo, como es el caso de la legio. Pero también, al pedir la ciudadanía romana, todos nosotros aceptamos de forma implícita participar en la reconstrucción colectiva de la sociedad y el sistema político romano-republicano. Esta participación también debe realizarse dentro de unos límites claramente definidos que todos debemos respetar y por cuyo desarrollo deben velar los miembros de la curia. Estos parámetros son en su mayor parte formales aunque también de contenido. En este sentido, Roma debe ser maestra y
al afrontar cualquier actuación legislativa hay que acudir a Roma para ver cómo se realizó, adaptando las leyes pertinentes a la actualidad y al mundo virtual.

El ámbito individual es mucho más heterogéneo, pues las posibilidades reconstructivas son tantas como personas existen. Sin embargo hay que tener en cuenta que éstas deben realizarse dentro de un explícito reconocimiento de la realidad actual. En otras palabras, no se puede salir en toga a por el periódico, ni pretender que el latín vuelva a ser la lengua internacional por excelencia. Actitudes como ésta sólo pueden conducir a la frustración. El ámbito interior y las posibilidades que proporcionan las nuevas tecnologías deben ser las herramientas de trabajo del “reconstruccionista individual”. Como individuo es posible influir sobre uno mismo tratando de recuperar virtudes ideales o valores a menudo olvidados. Del mismo modo, a través de las herramientas informáticas es posible trasladar al mundo virtual ámbitos más complejos que
exceden al propio individuo, haciendo partícipe a la comunidad de ellos.

Pero para realizar todo esto, la “reconstrucción” no puede estar alejada del “estudio”. La “reconstrucción” y el “estudio” deben correr parejos, alimentándose recíprocamente en un avance continuo. Hay ciudadanos que sólo desean aprender, sin tratar de ir más allá. Por otro lado, otros desean reconstruir pero no saben cómo. Estos deseos y necesidades no pueden verse relegados. Por ello debe ser labor de todos los ciudadanos fomentar la aparición de los elementos necesarios para la difusión de las ideas. Las interpretaciones
individuales deben tener un espacio propio que se constituya en un lugar en donde poder aprender de la experiencia personal y al que solicitar consejo. Pero también la curia debe proporcionar las herramientas necesarias para favorecer el estudio.

Es un hecho que sin “estudio” no puede haber “reconstrucción”, pero hay que evitar la excesiva dispersión del “estudioso”. El “estudio” ha de ser apoyado y promovido desde la curia. Ésta ha de crear cauces que respondan al interés del ciudadano y que le abran nuevas vías que despierten su atención y le inviten a
profundizar en ellas, llegando en último término a la “reconstrucción”.


A. Minicius Iordannes Pompeianus