lunes, 13 de junio de 2005

Reconstrucción Historica y Legio VIIII Hispana

Texto de la conferencia impartida por Primus Minicius Octavianus el 10-06-2005 en León con motivo de la conmemoración del Natalicio de las Aguilas en un acto patrocinado por PROMONUMENTA:
LEGIO VIIII HISPANA




RECONSTRUCCIÓN HISTORICA

La reconstrucción histórica es una actividad que ha existido desde siempre. Ya se tiene constancia de algunas justas medievales en las que se vestían al estilo de la antigüedad, con la intención de revivir los tiempos y las técnicas de romanos o griegos.

Es a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando empiezan a surgir grupos de personas, no profesionales, dedicadas a recrear un periodo histórico concreto, con la intención de vivir una experiencia enriquecedora y a la vez cumplir una función divulgativa para el público.

En Europa los primeros grupos son los de recreación de las guerras napoleónicas, mientras que en Estados Unidos tienen mucho éxito los de recreación de la guerra civil. Los primeros grupos de recreación romana surgen a principio de los setenta. Y surgen paralelamente en los dos países que siempre fueron frontera para el Imperio, Inglaterra y Alemania, que por la misma razón también son los dos países con mayor número de hallazgos de arqueología militar y con mayor número de estudiosos del tema.

Uno de los primeros grupos y el único de los pioneros que ha perdurado hasta nuestros días es la Ermine Street Guard, de Inglaterra. Fue fundada en 1972, a partir de un festival organizado en Bentham y Witcombe, para recaudar fondos para la construcción del ayuntamiento. Con ella han colaborado renombrados especialistas como por ejemplo el Dr. M.C. Bishop, que hace poco ha publicado una monografía sobre la lorica segmentata, el Dr. L.C.N. Coulston o la Dra. Van Driel Murray, especializada en cuero.

Otro personaje muy conocido es el Dr. Marcus Junkelmann, que ya en el año 1985 organizó la marcha de un contubernio (8 soldados) vestido a la manera de los legionarios de Augusto, desde Verona en Italia hasta Augsburg, a 540 Km. de distancia. Después se ha dedicado a recrear el Ala II Flavia, una unidad de caballería. También ha investigado y recreado las luchas de gladiadores.

Los grupos pioneros tuvieron que vencer numerosas dificultades, entre ellas la falta de artesanos que pudiesen y supiesen fabricar las piezas del equipo legionario. Las únicas piezas de equipo que podían encontrarse, como por ejemplo reproducciones de gladius o cascos romanos, estaban más basadas en las películas de Hollywood que en los hallazgos de los arqueólogos. Así pues, las piezas tenían que fabricarse ex profeso, y el costo de un equipo era terriblemente alto.

En estos momentos ya contamos con fabricantes que realizan piezas de equipo realistas a precios competitivos, pero casi nunca se puede encontrar todo el equipo necesario fabricado en serie, por lo que en todos los grupos se tiene que poner en marcha un taller propio para poder fabricar ciertas piezas o cambiar y adaptar otras. A pesar de esto, el precio de un equipo completo es aún bastante alto, y quizás esta es una de las razones de que nuestra afición no tenga una mayor extensión entre el público. Un equipo completo puede costar más de 1000 euros.



LA LEGIO VIIII HISPANA


Nuestro grupo nace como una iniciativa dentro de las actividades que lleva a cabo la asociación cultural “Provincia Hispania Novae Romae”.

Pretendemos recrear la Legio VIIII Hispana, de la que se tiene noticia desde principios del siglo I antes de Cristo hasta el siglo II después de Cristo, y que estuvo presente en todos los confines del imperio, desde Hispania hasta Germania y desde Britania hasta Judea.

Participó en las Guerras Cántabras, donde tomó el cognomen de Hispana, en la conquista de Britania, en la guerra contra los dacios, en la represión de la revuelta en Judea.

Nuestra intención es recrear el momento en que, a finales del siglo I a.C., el ejército romano sufrió una evolución rapidísima, paralela a la revolución política y social que estaba sufriendo la sociedad romana. Es el momento en que después de innumerables guerras civiles, la república va a dejar paso a otro sistema de gobierno, Roma se ha convertido en la potencia hegemónica en el mundo occidental, extendiendo su gobierno sin cesar, y las legiones son la punta de lanza de esa expansión. Nos interesa reflejar no solamente el aspecto militar de las mismas, sino también su función civilizadora. Nos interesa el ejército que construía ciudades, vías, puentes, acueductos. El ejército que garantizaba la ciudadanía a los extranjeros que se alistasen, a la vez que les integraba en una cultura y les daba una lengua común.

Y queremos profundizar en el conocimiento de dicho ejército y transmitirlo a los demás a través de diferentes iniciativas, que van desde acciones de arqueología práctica, probando en la realidad las diversas teorías sobre temas militares, participando en eventos públicos, conferencias y exhibiciones, montando exposiciones con nuestros materiales o realizando visitas a colegios y centros de enseñanza. Y queremos enriquecer la experiencia con reconstrucciones de la vida civil, tanto de los trabajadores más humildes como de los políticos más poderosos. Todo ello de una forma didáctica, con la intención divulgadora que nos movía cuando empezamos el proyecto.


PROBLEMAS EN LA RECONSTRUCCION DE LA ANTIGUEDAD


Uno de los problemas básicos con los que nos encontramos los reconstructores de la época romana es la escasez de fuentes de información. Los textos que nos han llegado son pocos y no demasiado fiables, pues en general no han sido escritos por militares sino por historiadores, con poca o ninguna experiencia militar. Por otra parte, las fuentes visuales, frescos, esculturas, relieves, son más fiables pero sufren de la fastidiosa costumbre romana de idealizar las escenas, dotando a sus héroes de armaduras y equipo más propio de los griegos del siglo VI a.C. que de romanos del momento. Otra fastidiosa costumbre de los romanos era la de cremar a sus muertos después de vender todo su equipo militar, normalmente para recoger el dinero con el que pagar la tumba. Otros pueblos tenían la sana costumbre de enterrar a sus muertos rodeados de sus armas y equipo, pero los romanos eran demasiado pragmáticos para hacerlo así.

Un ejemplo claro de la idealización y el uso propagandístico de los monumentos erigidos por los romanos lo tenemos en la famosa columna trajana, fuente de inspiración para todos los aficionados a la reconstrucción romana por la enorme cantidad de información gráfica que contiene, con un nivel de detalle incomparable. En ella se describen las guerras que se libraron para conquistar Dacia, y siempre se ha pensado que se describían de una forma fiable y realista. Pero si comparamos los relieves de la columna, esculpidos por escultores en Roma, que seguramente no estuvieron presentes en el lugar de los hechos, con el Trofeo Trajano, que es un monumento sito en Rumanía, y esculpido por los legionarios que sí libraron las batallas, veremos que la descripción de los protagonistas es muy diferente.
Los legionarios del Trofeo no visten lorica segmentata, de hecho no parece que sigan un modelo único de uniformidad. Usan armaduras reforzadas, que no aparecen en la columna trajana pero de las que sí tenemos constancia de que se empezaron a usar a partir de dichas campañas, y en general nos encontramos con las mismas diferencias que hay entre las fotografías publicitarias de los ejércitos modernos, desfilando por una avenida, y los mismos ejércitos fotografiados en plena campaña.

Otro gran problema es nuestra tendencia a aplicar los esquemas mentales modernos a culturas de las que nos separan miles de años. En el caso del ejército romano, un ejemplo muy claro es el prejuicio moderno de la uniformidad. Estamos acostumbrados a ver ejércitos uniformados, todos con el mismo traje del mismo color y colocado de la misma forma, marchando al paso en formación. Y no somos conscientes de que eso es un invento muy moderno, prácticamente del siglo XVIII, paralelo a la creación de los estados modernos y los ejércitos de leva. Esto se ve claramente en una de las discusiones más virulentas entre los aficionados a la reconstrucción romana a nivel mundial, la discusión sobre el color de las túnicas.

Hay dos escuelas principales, la del color rojo y la del color crudo, o blanco roto. Luego existen varias sub-escuelas que adjudican diferentes colores a diferentes tipos de tropa, como por ejemplo el color azul a los marineros. Cada uno aporta multitud de testimonios, tanto escritos como visuales, para defender su tesis, y lo que ninguno quiere o puede ver es que la única evidencia clara es que las túnicas de los legionarios eran del color que hubiese comprado el prefectus fabrum, o del que se pudiesen pagar en su visita al mercado, o del de la tela que les mandasen de casa. Es decir, que aparte de los colores que tuviesen una significación cultural especial, como el blanco para los candidatos o el púrpura para los generales en el triunfo, los legionarios usaban el color que buenamente pudiesen. Y eso se ve claramente en la mayoría de testimonios gráficos, en los que se pueden ver siempre varios colores mezclados.



VESTIMENTA


La pieza básica de vestido era la túnica. Una simple pieza de tejido de forma aproximadamente cuadrada, y un tamaño de un metro de lado, aproximadamente, cosida por los lados y con sendos agujeros para brazos y cabeza. Podían usarse varias, si el clima era frío. Se confeccionaban con lana o lino, siendo el algodón un tejido relativamente exótico y caro en aquella época.

En época romana no se confeccionaban las prendas de vestir como es usual en nuestros tiempos.. Lo que se hacía era usar la tela tal como salía del telar y doblarla o fijarla con agujas o broches, para que adoptase formas agradables y elegantes. Los telares tenían medidas prefijadas, por ejemplo dos metros por uno, y de esos telares salían las túnicas para adultos. Las franjas que se usaban en las túnicas civiles, llamadas clavii, ya se tejían en el telar, formaban parte de la tela en vez de estar cosidas o pintadas a posteriori. La abertura para la cabeza ya se tejía también en el telar, dado que la urdimbre tenía un sentido perpendicular a la medida mayor, y así no era necesario coserla. Los extremos de la pieza, que también correspondían con la parte inferior de la túnica, tampoco era necesario coserlos, así que el único trabajo necesario era coser los lados hasta la altura de los brazos.

Una pieza de vestir de dos metros de circunferencia suele quedar grande para el cuerpo de un adulto normal, así que las túnicas se vestían ablusadas, produciendo una gran cantidad de pliegues, tal como se puede ver en varias lápidas de legionarios. De hecho, era tal la cantidad de tela sobrante que en un detalle de la columna trajana puede verse como un legionario que está remando, se hace un nudo en el cogote con el sobrante de tela para que no les moleste. Y este mismo sistema puede verse en otras esculturas y relieves, por lo que sería algo muy usual.

Otro efecto producido por el tamaño de la túnica es que la parte de los hombros cubría gran parte del brazo, por lo que parecía tener mangas aunque no las tuviese. Las túnicas civiles cubrían las rodillas, mientras que las militares quedaban por encima de las mismas, una vez ablusonadas por medio de un cinturón. Sólo los esclavos usaban también túnicas cortas, por encima de las rodillas, lo que no necesariamente tenía que tener una explicación de tipo político o simbólico, pues podía ser simplemente una cuestión de comodidad para los que tenían que realizar trabajos físicos.

No tenemos la seguridad de que fuese normal usar algún tipo de calzoncillos. Sí sabemos que existían los subligaculum, pieza de tela atada con cuerda, a modo de taparrabos, y usada por esclavos, gladiadores y luchadores. Pero no está claro que se usase debajo de la ropa de cada día, y en cambio existen varias textos que parecen indicar que los romanos preferían “airear” sus bajos libremente. Tanto Cesar, preocupado por no enseñar las vergüenzas entre los pliegues de la toga, en el momento de su muerte, como el legionario que provocó una revuelta judía al levantarse la túnica y enseñar sus partes a la multitud en el Templo, parecen indicar una cierta “libertad” en este tema.

Todo parece indicar que el clima de esa época era más cálido que el actual, y realmente no se mencionan muchas prendas de abrigo, y cuando se mencionan suelen ser prendas “de fortuna”, como las tiras de tela usadas en piernas y brazos, enrolladas a modo de vendas, en vez de usar mangas largas o pantalones (Braccae). Estos se empiezan a usar por influencia gala y germana, cuando empiezan a verse en Roma cantidades significativas de soldados de esas procedencias. En todo caso, el sobrio gusto romano nunca aceptó de buen grado esas prendas bárbaras, y en el caso de los pantalones, solo llegaban hasta las pantorrillas y se confeccionaban con telas sobrias, no con los vistosos estampados celtas.

Otra prenda usual de los legionarios era la capa, de la que se usaban dos modelos principales, el sagum y la paenula. El sagum era la capa más típicamente militar, un simple rectángulo de lana, usualmente de color ocre o marrón, cogido en el cuello por una fíbula, y que cumplía tanto la función de capa como la de manta por las noches. La paenula era un tipo de capa más elaborado, con un capuchón cosido, y se usaba también en el ámbito civil.


CALZADO


El zapato militar por excelencia eran las sandalias de suela claveteada, llamadas caligae. Un futuro emperador, que de niño era llevado por su padre en las campañas militares que dirigía, y al que las tropas querían tanto que le hicieron unas sandalias militares de su tamaño, acabó adaptando el nombre de las mismas, algo así como “sandalitas”, o en latín Calígula.

Las caligae eran unas sandalias construídas con una sola pieza de cuero, recortada de manera que acabase convertido en una serie de tiras que envolvían el pie, pero que al estar tan abiertas no retenían el agua, si se mojaban, y al tener poca cantidad de material en contacto con el pie, tampoco producían excesivas rozaduras. La suela era otra pieza de cuero, unida al cuerpo de la caligae por un claveteado de puntas metálicas, que le daban agarre en terrenos irregulares.

En los eventos de reconstrucción histórica es muy normal perder alguno de estos clavos, y lo mismo debía pasar en época romana, pues los clavos de caligae son uno de los restos más abundantes en las excavaciones de campamentos militares, y en los escritos de las tabulae de Vindolanda, un campamento romano situado en la muralla de Adriano, en Inglaterra, los pedidos de clavos para caligae son también muy abundantes.

El claveteado se hacía siguiendo diferentes diseños, en algún caso teniendo en cuenta la morfología del pie, es decir, poniendo clavos en las partes en las que el pie hace la presión al caminar, convirtiendo a las caligae en el primer calzado anatómico de la historia. Una especie de Nike de la época. Pero también tenía sus riesgos. Flavio Josefo nos habla de un centurión que, tras escalar las murallas de una ciudad, al llegar a la parte superior, resbaló sobre la piedra debido a los clavos de sus caligae, cayó abajo y murió.

Un dato curioso de las caligae es que se han encontrado varias esculturas y piezas votivas en las que aparecen pies calzados con caligae y calcetines. Estos calcetines estaban confeccionados con tela, pues en esa época no se conocía el tejido de punto. Lo malo es que han servido para reivindicar y darle una pátina de respetabilidad a la desagradable costumbre inglesa de usar calcetines con las sandalias.

Otro tipos de calzado usados por las legiones son los calcei, unas botas más cerradas y altas que las caligae, y las carbatinae, especie de zapatos bajos.


EQUIPO DEFENSIVO


SUBARMALIS O THORACOMACUS

La primera pieza de la armadura estaba confeccionada curiosamente con tela. Era el subarmalis o thoracomacus, y cumplía la misma función que en la edad media cumpliría el gambeson, es decir, proteger la ropa del roce y la suciedad de la armadura y en el caso de la cota de malla, reducir la contusión producida por el impacto de las armas. No tenemos una descripción fiable de su composición, por lo que tanto a nivel de forma como de composición, todo son suposiciones. Puede que estuviese confeccionado con cuero, lo que le añadiría cierta protección contra los golpes o cortes, pero es más probable que, igual que en la edad media, se confeccionase con varias capas de fieltro grueso, de lana o cabello, con lo que se ganaría en protección contra las armas penetrantes, como las flechas.

El subarmalis cumplía también la función de soporte de los pteryges, cintas de tela o cuero que colgaban de la cintura y de los hombros para añadir cierta protección a brazos y piernas. Suponemos que también estaba muy reforzado en los hombros, para servir de soporte firme al peso de la armadura, y en el caso de la lorica segmentata, para mantener la horizontalidad de las protecciones de los hombros.

LORICA HAMATA

Existen tres tipos básicos de armadura (lorica) usada por las legiones romanas. La más extendida, geográfica y temporalmente, es la Lorica Hamata, cota de malla. Ya hemos visto que en Dacia, en contra de lo que nos explicaba la columna trajana, los legionarios usaban mucho más la cota de malla que la armadura de láminas. Las razones pueden ser varias, pero la más plausible, a nuestro parecer, es que la tecnología necesaria para construir una cota de malla, así como la calidad y el costo de los materiales necesarios para obtener alambre de hierro, son muchísimo más asequibles que la tecnología y los materiales necesarios para construir una armadura de láminas.

La cota de malla es más pesada que la armadura de placas, pero es más cómoda de usar, pues se adapta mejor a la forma del cuerpo. Protege menos de los traumas debidos a los golpes de las armas, pues no tienen la capacidad de la armadura de placas de disipar la fuerza del golpe al doblar la plancha metálica, pero eso puede suplirse usando un subarmalis grueso que cumpla esa función. Las reparaciones de la armadura de placas, en plena campaña son muy difíciles, y eso se puede ver por la gran cantidad de piezas, básicamente goznes de bronce, que se han encontrado, mientras que las reparaciones de la hamata son bastante fáciles. El mantenimiento de la hamata es simple, solo es necesario un barril lleno de arena y una cuesta por la que tirarlo con la lorico dentro, mientras que el mantenimiento de la armadura de placas, con sus goznes, tiras de cueros y múltiples remaches, es bastante complejo. Todo esto puede explicar el porqué la armadura de placas tuvo una vida útil de unos 300 años, como máximo, en el ejército romano, mientras que la cota de malla se ha venido utilizando hasta bien pasado el renacimiento.

La lorica hamata tiene un origen galo, solía estar compuesta de anillas de pequeño tamaño, de entre 6 y 8 mm. de diámetro interior, aunque existe mucha variación de tamaños.
Normalmente seguían el esquema de 4 en 1, es decir, cada anilla estaba unida a otras cuatro, y se alternaban filas de anillas remachadas con filas de arandelas macizas, es decir, de aros metálicos conseguidos punzonando chapa, no por medio de alambre.
Debido seguramente a la experiencia de lucha contra galos y germanos, con su uso de espadas largas y golpes dados de arriba abajo, las loricas hamatas tenían una doble capa de anillas en los hombros, para proteger mejor esa parte. No solían tener mangas y llegaban hasta el vientre. Solían pesar sobre los 10 kilos.

LORICA SEGMENTATA

La primera incógnita acerca de este tipo de armadura es su propio nombre. Lorica segmentata es un nombre moderno, inventado en el siglo XIX para nombrarla. Al parecer en las poquísimas ocasiones en las que se refieren a ella los autores clásico, hablan de armadura “laminata”, pero sin que tengamos la seguridad de que se están refiriendo a lo que nosotros llamamos segmentata.

Se han encontrado bastantes restos de este tipo de armadura, básicamente en las fronteras, Inglaterra y Alemania, aunque también en otros lugares, incluso en Israel, lo que invalida algunas teorías que circunscriben su uso a los países de clima frío.

Aparece en el reinado de Augusto, correspondiendo los primeros hallazgos a las excavaciones realizadas en los lugares donde aconteció el desastre de Varo, en Germania.
Otra incógnita acerca de ella es la carencia de precedentes, pues aparece sin que se den otros tipos de armadura de placas menos sofisticadas, que sirvan para trazar una evolución del concepto a lo largo del tiempo.

Era un tipo de armadura que ofrecía una protección excelente contra los golpes y cortes, a la vez que tenía un peso mucho menor que el de los otros tipos de armadura. Pero tal como hemos comentado en el punto anterior, también tenía graves problemas tanto de construcción como de mantenimiento y uso, sobre todo en batalla.

La columna trajana nos da una imagen de legionarios usándola todos y en todo momento, pero se supone que eso era una convención, tanto para diferenciar a los legionarios de las tropas auxiliares, que se representan usando lorica hamata, como para expresar la potencia del ejército romano, que repartía armaduras potentísimas como quien reparte barras de pan.
En realidad es muy posible que solo la usasen alguna tropas, una especie de infantería pesada, que cumplirían objetivos concretos, incluso el objetivo no despreciable de amedrentar con su aspecto al enemigo.

LORICA SQUAMATA

Este tipo de lorica era usado principalmente por los oficiales. Estaba compuesto por plaquitas metálicas, no muy gruesas, unidas entre ellas por medio de alambres y cosidas a una prenda de tela o cuero. La protección se conseguía al sobreponer parcialmente varias capas, como las escamas de un pez, de forma que en todo lugar de la lorica hubiese como mínimo tres capas de plaquitas, lo que daba un grosor suficiente para la protección del usuario.

CINTURÓN

El cinturón no era simplemente una pieza de vestir, destinada a aguantar la túnica. Era mucho más, era el símbolo de pertenencia al ejército. Uno de los castigos conocidos para los legionarios era el pasearse por el campamento sin su cinturón, lo que era considerado como una gran vergüenza. El cinturón era también un signo de identidad y status, pues estaban recubiertos de placas metálicas, y cada cual podía escoger qué placas y de qué metales recubría el suyo. Así pues los cinturones acababan siendo auténticas obras de arte, y solían ser objetos de regalo muy apreciados, para ocasiones especiales, como por ejemplo las promociones de rango.

Como muchas otras piezas de equipo, los cinturones cambiaron a lo largo del tiempo, sufriendo los vaivenes de las modas del momento. En la época republicana se solían usar dos cinturones cruzados, compuestos por placas estrechas de no más de 3 cms de ancho, de los que se colgaban la espada y el puñal. Al final de esta época se empezó a usar el faldellín, compuesto de un número variable de tiras de cuero recubiertas de disco metálicos y rematadas con unos colgantes metálicos de formas diversas. Algunos autores defienden la utilidad defensiva de estas tiras, pero en todo caso sería muy escasa, y es mucho más probable que se usasen por razones estéticas. Y también por el sonido metálico que producían al caminar, pues no podemos olvidar que el sonido a metal contra metal siempre se ha relacionado con el mensaje de “estoy armado”.

En época imperial los cinturones se ensanchan y se pone de moda usar uno solo. Los faldellines se alargan y acortan dependiendo de las épocas, así como se multiplica el número de tiras que los componen.

Sobre el siglo III desaparecen los faldellines y los cinturones acaban siendo muy anchos y pierden las placas que los recubren, a favor de simples piezas metálicas para mantenerlos firmes.

CASCO

Nuestro grupo usa el Coolus Buggenum, un casco realizado en latón, sucesor de los cascos Montefortino y antecesor de los Gálicos. Todos estos cascos tienen al parecer un origen céltico, por influencia de las invasiones galas en Italia. En principio estaban hechos batiendo una chapa de bronce, por lo que eran de una pieza, incluyendo el cubrenucas. Más adelante se usó el proceso de torneado, usándose la soldadura para unir algunas partes. Solían tener carrilleras, las piezas metálicas que cubrían los lados de la cara, y que se ataban bajo el mentón. A menudo tenían también un soporte en la parte superior para fijar un penacho de crines o plumas, así como unos tubos en los lados para fijar unas plumas.
Todos estos distintivos tenían al parecer una función decorativa pero también de distintivo de grado, pero desgraciadamente no sabemos en qué consistía.
La evolución de los cascos fue añadiendo protección a las diferentes partes del casco, empezando por el añadido de los resaltes del frontal, para endurecer el metal en esa parte, las protecciones para las orejas en los cascos gálicos, el progresivo aumento de tamaño de las carrilleras, el añadido de los refuerzos cruzados en la parte superior del casco, provenientes de las guerras en Dacia, y finalmente el abandono de los cascos de una pieza por los cascos de dos, cuatro o más piezas, de construcción más simple y precio más asequible.

ESCUDO

A diferencia de otros pueblos, los romanos siempre usaron escudos grandes, alargados, que cubriesen casi todo el cuerpo. A menudo eran curvos para desviar los golpes con más efectividad.
Nuestro grupo usa unos escudos basados en el hallado en Fayum (Egipto), y que pertenecía al parecer a un legionario romano. Tiene un tamaño de 120 cms por unos 70 de ancho. Forma curvada y extremos redondeados. La parte que protege el agarrador, llamada umbo, es de madera en el original, pero nosotros hemos preferido usar umbos redondos de metal, como los encontrados en Alesia y La Cloche. Está compuesto por varias capas de madera, en el original de listones encolados y dispuestos en sentido perpendicular al de la capa anterior. El grosor total es variable, desde más de 10 mm en el centro hasta poco más de 5 mm en los extremos. Encima de la madera se encolaba una o varias capas de tela o cuero crudo, para darle resistencia a los golpes. Los bordes se protegían por medio de un reborde de metal, cuero crudo o la misma tela con la que se había forrado el escudo.
Por último, se pintaba la enseña de la legio, en colores vivos. Según se puede extrapolar de algunos textos antiguos, los motivos pintados en los escudos eran la principal identificación de las diferentes unidades del ejército. Estos textos explican que unos soldados se hicieron pasar por tropas enemigas simplemente cogiendo unos escudos de enemigos muertos. Y en otro texto, un general romano advirtió que habían llegado tropas de refresco enemigas solamente por el dibujo de los escudos.
El escudo tenía un papel muy importante en la esgrima romana, pues aparte de parar los golpes del enemigo se usaba como arma en sí mismo, para golpear con él al contrario y abrir sus defensas para poder pinchar con el gladius.
El escudo romano evolucionó recortando sus extremos hasta llegar al modelo imperial, de forma rectangular. Las tropas auxiliares y de caballería solían usar unos escudos planos de forma ovalada. A partir del siglo III se fueron poniendo de moda los escudos redondos, y de forma convexa.


EQUIPO OFENSIVO

La mejor arma de las legiones no eran las espadas o las lanzas, la mejor arma era el concepto de ejército profesional, la importancia de la disciplina, la especialización de los legionarios en diversos temas que les hacía capaces de construir un campamento fortificado en horas o un puente sobre un río caudaloso en pocos días. La veteranía de las tropas, que les permitía mantener un ritmo de marcha de más de 40 kilómetros diarios durante semanas, la intendencia especializada que les proveía de todo lo necesario por muy distantes que estuviesen de sus campamentos. Todas estas razones son las que les permitieron ganar prácticamente todas las guerras en las que participaron, aunque perdiesen algunas batallas.
Pero no podemos substraernos al atractivo de las armas que utilizaban, especialmente las más conocidas, como la espada (gladius) o la lanza (pilum).

GLADIUS

Algunos califican al Gladius de las legiones romanas como el arma de mano que más víctimas ha causado en la historia del hombre. No sabemos si es así, pero desde luego que es una de las espadas más famosas de la historia.

Su nombre es Gladius Hispaniensis, y según los clásicos fue adoptada después de sufrir los efectos de las espadas hispanas, de efectos devastadores según los legionarios que los sufrieron.

Parece ser que es una evolución de los tipos de espada LaTène celtas, que habían evolucionado en Hispania acortando su longitud para poder ser usados como estoque, como arma de punta.

Es una espada de longitud media, sobre 70 u 80 cms en los primeros modelos, de unos 4 cms de ancho, con lados que forman unas pequeñas curvas, lo que se llama cintura de avispa, dos filos laterales y una punta muy aguzada. Tiene una sección en forma de rombo.
Por su forma y tamaño es apropiada tanto para cortar como para pinchar, aunque la esgrima romana favorecía la estocada, pues se consideraba mucho más efectiva en combate.

Nuestro grupo usa el modelo Mainz, por el lugar donde se encontraron los primeros restos, que es una evolución del original Gladius Hispaniensis, algo más corto y ancho que el original. La empuñadura, guarda y pomo solían ser de materiales orgánicos, madera, marfil o hueso, y las vainas solían ser de madera recubierta de cuero y metal, en algunos casos estaban ricamente decoradas. Los oficiales llevaban la espada en el lado izquierdo, pero los legionarios lo llevaban en el derecho, lo que parece contradictorio pero tiene su explicación si tenemos en cuenta que en el lado izquierdo sujetaban el escudo. Aunque requiere cierta experiencia es posible desenfundar la espada desde el mismo lado derecho.

El modelo Fulham es un modelo de transición, con los lados paralelos pero manteniendo la punta muy aguzada, y dio paso al modelo Pompeii, el más usado durante el Imperio, que mantenía los lados paralelos y tenía una punta menos aguzada, para impedir que se clavase en el hueso, lo que podía dejarte desarmado en combate.

Posteriormente empezaron a usarse las llamadas spatha, que eran mucho más largas y provenían de los guerreros germanos que componían el grueso del ejército romano.
PILUM

El pilum es el arma arrojadiza por excelencia de las legiones romanas. Tiene un asta de madera no demasiado larga, a la cual va unida por remaches una punta de hierro muy larga y delgada, con un final muy aguzado. Estaba diseñado para poder atravesar escudos y cotas de malla, cumpliendo una función doble, pues aunque al atravesar el escudo no hiriesen al portador del mismo, al quedar clavado lo inutilizaba y obligaba al portador a quedar desprotegido. Algunos sostienen que la delgadez del pilum, así como la utilización en algunos casos de un trozo de madera en vez de remache en el extremo del asta, estaban diseñados para que al golpear contra los enemigos se rompiesen o doblasen de forma que los mismos no pudiesen reutilizarlos contra los que los habían lanzado.
PUGIO

EL pugio era una especie de puñal corto y ancho, de probable origen hispano, y que tenía una función más de ornato y prestigio que de uso común.
Solían estar guardados en vainas ricamente decoradas, con material nobles. Solían estar damasquinados con hilo de plata u oro. Su uso declinó en el siglo II pero volvió a estar de moda en el III.
Los legionarios invertían mucho dinero en ellos, convirtiéndose en una especie de inversión para los tiempos malos.

OTROS

Arcos, hondas, lanzas, jabalinas.

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