Los bátavos habitaban la región a lo largo de dos grandes ríos (donde actualmente se ubican los Países Bajos), en una isla de gran tamaño entre el Rhin y el Waal(De hecho, su nombre perdura en la actual denominación de la isla: Betuwe).
La Isla (De Betuwe) era una región más bien pobre, que no podía ser explotada financieramente por los romanos. Por ese motivo, la contribución de los bátavos al Imperio fue a base de hombres y armas: ocho unidades auxiliares de infantería, un escuadrón de caballería, y –hasta que los licenció Galba- la guardia montada del Emperador. La investigación demográfica permite concluir que cada familia bátava tenía (al menos) un hijo en el Ejército. Reclutar más hombres era prácticamente imposible, por lo que constituyó una sorpresa ver a los reclutadores del Ejército llamando a filas a ancianos, inútiles y jóvenes.
Tácito continúa su relato:
“Julius Civilis invitó a los nobles y a los plebeyos más decididos a una gruta sagrada, aparentemente para celebrar un banquete. Cuando vio que la oscuridad y la alegría habían inflamado sus corazones se dirigió a ellos. Comenzando con una referencia a la gloria y a la fama de su nación, continuó catalogando las equivocaciones, los expolios y todas las demás desgracias de la esclavitud. La Alianza con Roma (según dijo) no se estaba cumpliendo en los términos previamente acordados: estaban siendo tratados como mercancía”
Hay que tener presente que Julius Civilis era ciudadano romano, y miembro de la familia real que antaño gobernaba a los bátavos. Posteriormente, la situación había cambiado; ahora tenían un summus magistratus (magistrado supremo), pero la familia de Civilis era aún muy importante e influyente. El propio Civilis había luchado con una de las unidades auxiliares bátavas adscritas a la Legio Romana durante la invasión de Britania, y aún estaba al mando de una unidad.
Tácito dice de él que era “excepcionalmente inteligente para ser un bárbaro”, siendo esto un lugar común que los escritores romanos usaban para describir a los no romanos que los habían sorprendido por algo (Es el mismo caso del cronista Velleius Paterculus, que emplea aproximadamente esas mismas palabras para describir a Arminius, que había derrotado estrepitosamente a los romanos en el Bosque de Teutoburg el año 9 D.C.).
Julius Civilis y su hermano Claudius Paulus (otro nombre que demuestra que quien lo lleva es ciudadano romano) habían sido detenidos el año 68, acusados de traición. Según dice Tácito, esa acusación era infundada. No se conoce realmente la naturaleza de tal acusación, pero sí su resultado: Paulus fue ejecutado, y a Civilis se le concedió el indulto cuando Galba se convirtió en Emperador. En el transcurso de las últimas semanas del año 68, Civilis había regresado a Germania Inferior, siendo detenido nuevamente, y llevado a presencia del nuevo gobernador, Vitellius. Esta vez no hay motivos para dudar que Civilis había hecho algo. Sin embargo, Vitellius le concedió el perdón como gesto de deferencia hacia los bátavos. De este modo, esperaba ganarse el apoyo de las ocho unidades auxiliares. Pocas semanas más tarde, las tropas se pusieron del lado de Vitellius, y tomaron parte en la marcha sobre Roma.
El mencionado banquete en la gruta sagrada ilustra bastante bien que los bátavos estaban romanizados sólo parcialmente (al menos, eso pretende hacer creer Tácito). De otro modo, se habrían reunido en una sala.
Las palabras de Tácito recuerdan, en cierto modo, lo que escribe en sus “Orígenes y costumbres de los germanos”:
"Es durante sus fiestas que los germanos suelen consultar [...], piensan que no hay otro momento en el que la mente esté más abierta a la simplicidad del propósito o más preparada para aspiraciones nobles. Una raza sin astucia, natural o adquirida, que manifiesta sus pensamientos ocultos en la libertad que proporciona la festividad. Por eso afloran los sentimientos de haber descubierto todo y de haberse relajado del todo, la discusión continúa al día siguiente, y de cada ocasión se deriva su propia ventaja característica. Deliberan cuando no pueden disimular; resuelven cuando el error es imposible".
Esta descripción de las consultas o asambleas germanas es sumamente sospechosa. Al igual que todos los autores griegos y romanos, Tácito estaba obsesionado con el enfrentamiento entre civilización y barbarie. Tanto griegos como romanos se consideraban a sí mismos civilizados, y como vivían en el centro del disco terrestre, podría asumirse de una forma razonable que solamente los salvajes habitaban los confines de la Tierra. Al residir ellos en las planicies de los ríos, resulta bastante obvio que los bárbaros habitaban en montañas y bosques (Tácito llega incluso a describir la costa holandesa como rocosa en los Anales 2.23.3). Esto podría explicar porqué los romanos y los griegos mencionan siempre los bosques, aún no habiendo ninguno en absoluto. De hecho, la investigación posterior ha confirmado que la costa holandesa difícilmente era boscosa en la época de la ocupación romana. Esto no implica que tampoco se llevara a cabo el tal banquete, pero hay que ser cautelosos: Tácito quiere demostrar que los bátavos eran nobles salvajes, pero no está diciendo necesariamente la verdad.
Otro modelo antiguo para describir pueblos lejanos es que, a menudo, se parecen unos a otros; al fin y al cabo, todos ellos están viviendo en los confines del mundo. La costumbre de hacer un doble juramento (una vez cuando están bebidos, y la siguiente vez estando sobrios) es conocida también por otras fuentes:las Historias del investigador griego Herodotus de Halicarnassus, quien, correctamente, dice que se trata de una costumbre persa. De nuevo, esto no implica que los germanos no se hicieran consultas estando embriagados, sino que es un aviso de que hay que leer con bastante prevención las sumamente tendenciosas Historias de Tácito.
Resulta muy fácil explicar la revuelta bátava según los dos motivos ya mencionados: reclutamientos forzados, y la presencia de un príncipe resentido y rencoroso. Pero tiene que haber algun motivo mejor; después de todo, si los bátavos estuvieran contentos con las normas romanas, habrían aceptado el reclutamiento forzoso como algo desagradable pero temporal, y no hubieran secundado a Civilis. No es posible llegar a la causa primera de esto, pero si se pueden hacer ciertas conjeturas y enumerar factores que contribuyeron.
En primer lugar, Civilis tenía, como mínimo, dos motivos personales. Tácito menciona la (muy probablemente ilegal) ejecución de Paulus, el hermano de Civilis, que es motivo más que suficiente para que alguien busque venganza. Un motivo adicional pudo haber sido la restauración del poder real. Ya se ha dicho que Civilis perteneció a una familia bátava dirigente, siendo reyes sus antepasados. Es imposible que la idea de la restauración de la monarquía bátava no cruzase por la mente de Civilis.
Sin embargo, Tácito menciona un discurso del líder bátavo, en el que presenta las corruptas prácticas de reclutamiento como la prueba irrefutable del hecho de que los romanos no trataban a los bátavos como a sus aliados, sino como a siervos ("la alianza no se está manteniendo según los términos acordados: somos tratados como mercancía"). Por desgracia, no se puede establecer si Civilis dijo realmente algo parecido a esto, de manera que queda la duda. Después de todo, ¿cómo podía saber Tácito lo que dijo Civilis realmente? En cualquier caso, la corrupción de los decadentes magistrados romanos es uno de los temas principales de Tácito. Por lo tanto, se podría asumir de forma coherente que el citado discurso de Civilis, relativo a la ruptura de la alianza, es una invención de Tácito, puesto que resulta demasiado legalista.
Aun así, el impuesto resultó una carga demasiado pesada. Se sabe que todas las familias bátavas tenían, por lo menos, un hijo en las Legiones, y que Vitellius pedía demasiado. No hay razones para negar que este fue uno de los factores que contribuyeron al estallido de la guerra.
En ocasiones, Tácito hace decir al líder bátavo que está defendiendo la libertad de sus paisanos. Por desgracia, en la literatura clásica, los bárbaros siempre andan sedientos de libertad. El motivo es altamente sospechoso. Una complicación adicional es que no se sabe que significado real tenía la palabra “libertad”.
¿Estaban los bátavos realmente buscando independencia y autonomía? ¿O más bien Julius Civilis intentaba darle más poder a las élites bátavas?
Existe alguna evidencia que podría corroborar la última hipótesis. La vieja aristocracia de las tribus, al integrarse en el Imperio Romano, había recibido la prestigiosa ciudadanía romana hacía varias generaciones.
Los que fueron patrocinados por Julius Caesar y por el emperador Augustus tenían como nombre de familia "Julius", además de un nombre adicional propio (es el caso de Gaius Julius Civilis).
Pero había una nueva generación que empezaba a ser influyente. Estos habían recibido la ciudadanía en tiempos de Tiberius, Claudius o Nerón, y su nombre familiar era "Claudius" (caso de Claudius Labeo). Debieron producirse tensiones entre la primera y la segunda generación de romanizados, probablemente porque los "viejos romanos" no estarían demasiado felices teniendo que compartir su poder con los advenedizos; de hecho, uno de los enemigos personales de Civilis era un Claudius. Y resulta factible que Civilis deseara restaurar los derechos de la vieja aristocracia.
También pudo haber motivos de índole religiosa, puesto que se sabe que la profetisa brúctera Veleda predijo la victoria de los bátavos. Más tarde fue recompensada con el comandante romano Munius Lupercus como esclavo (pese a que nunca llegó a tenerlo, al ser asesinado por el camino) y con la nave insignia de la Marina Romana. Sin embargo, se desconoce si incitó a los rebeldes o se limitó a predecir la victoria.
Igualmente notorio resulta el hecho de que la revuelta bátava no fue del tipo de las rebeliones "normales" del siglo I, como las de Julius Florus o Julius Sacrovir el año 21 en la Galia; la de la reina Boudicca en Britania en el año 60, o la de los judíos en el año 66: todas ellas se debieron a impuestos excesivos. La revuelta bátava no se derivó de problemas financieros.
En cualquier caso, aun hay otros factores que pudieron tener un papel, y algunos de ellos, además, son muy conflictivos. De un lado, Julius Civilis buscaba vengar la muerte de su hermano, y hasta es posible que quisiera ser rey; la vieja élite tribal bátava pudo desear recuperar su antiguo poder; e incluso cabe plantearse que la tribu bátava soñase con convertirse en un pueblo independiente, al igual que los frisones y los caucos, dos tribus del norte que lo habían conseguido en el año 28.
Pero lo que los llevó a unirse para luchar juntos fue el amargo resentimiento que creó el reclutamiento salvaje e indiscriminado.
Por Ennia Durmia
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