El conocidísimo Horacio fue un poeta latino que perteneció al círculo de Mecenas y que se relacionó con Virgilio y con todo el montaje propagandístico que Augusto maquinó en su entorno.
A pesar de estas relaciones, parece que su inclinación al epicureísmo le hizo mantenerse relativamente alejado de los círculos políticos sin que por ello se viera afectado su prestigio en el mundo literario romano. Estoy seguro que vosotros sabéis mucho más de él, así es que os invito a meter baza.
De la obra de Horacio surgirán algunos de los tópicos literarios más recurrentes a través de la historia de la literatura universal:
- Beatus ille qui procul negotiis
- Auream quisquis mediocritatem diligit
- Aequam memento rebus in arduis seruare mentem
- o el famoso Carpe diem de su Oda onceava, libro primero, de la que os someto
modestamente mi traducción a continuación:
Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros, Ut melios quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, uina liques et saptio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas. Carpe diem , quam minimum credula postero
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Mai no cerquis, no es lícit de saber-ho, la fi que a tu i a mi
ens hauran de donar els déus, Leuconoe, ni especulis amb
càlculs babilònics. Tant millor patir tot el que haurà d’esdevenir!
Ja siguin molts els hiverns que Júpiter t’atorgui, ja sia l’últim
aquest que ara refrega contra els aspres esculls la mar
Tirrena, tingues seny, amara el vi i retalla qualsevol esperança llarga
per a un espai tan breu. Mentre en parlem, s’esmuny el temps
envejós: gaudeix del dia i confia mínimament en el demà.
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Nunca te preguntes, no es licito saberlo, el fin que a ti y a mi
nos habrán de dar los dioses, Leuconoe, ni especules con
cálculos babilonios. ¡Mejor sufrir todo aquello que deba acontecer!
Sean muchos los inviernos que Júpiter te otorgue o sea el último
este que ahora desgasta sobre las ásperas rocas el mar
Tirreno, sé prudente, filtra el vino y recorta cualquier esperanza larga
para un espacio tan breve. Mientras hablamos, se escurre envidioso
el tiempo: disfruta del día confiando mínimamente en el mañana.
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Por L. Minicius Laietanus
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